El alcoholismo es una condición que consiste en padecer una fuerte necesidad de ingerir sustancias que contienen alcohol, de forma que existe una dependencia física y psíquica del mismo, manifestada a través de síntomas de tolerancia, mientras se consume, y abstinencia, cuando se suspende el alcohol. El alcohólico no tiene control sobre los límites de su consumo, y suele ir elevando a lo largo del tiempo su grado de tolerancia al alcohol, requiriendo cada vez mayor cantidad de alcohol para lograr el efecto producido por la sustancia. Al suspender el consumo, aparecen síntomas físicos y psíquicos. (24-72h post ingesta).
Hasta el momento no existe una causa común conocida de esta adicción, aunque varios factores pueden desempeñar un papel importante en su desarrollo y las evidencias muestran que quien tiene un padre o una madre con alcoholismo, tiene mayor probabilidad de adquirir esta enfermedad. Gatillantes puede ser el estrés o los problemas que tiene la persona que lo ingiere. Eso puede deberse, más que al entorno social, familiar o campañas publicitarias, a la presencia de ciertos genes que podrían aumentar el riesgo de alcoholismo. Algunos otros factores asociados a este padecimiento son la necesidad de aliviar la ansiedad, conflictos en relaciones interpersonales, depresión, baja autoestima, facilidad para conseguir el alcohol y aceptación social del consumo de alcohol.
La edad, el sexo y otras características biológicas del consumidor determinan los distintos niveles de riesgo. También entran en juego el grado de exposición a las bebidas alcohólicas (cantidad, frecuencia y duración del consumo) y las circunstancias en que se produce la ingestión. En las embarazadas, el consumo de alcohol puede provocar Síndrome Alcohólico Fetal, que es un trastorno permanente debido a la exposición del embrión y del feto al alcohol, ingerido por la madre durante el periodo de gestación, arriesgando dar a luz a un bebé con deficiencias mentales y físicas para el resto de su vida
Existen 2 formas de alcholismo: